LA AUTOPISTA I-95 COMO INESPERADO LUGAR DE MEDITACIÓN
Esta
primera semana manejando ha sido intensa. Interesante. De regreso de Coral
Gables, rumbo al norte por la autopista I-95,
vengo pensando que la decisión de salir de mi país siendo una persona
mayor y teniendo allá la vida resuelta y la vejez tranquila bien asegurada, fue
el único camino para tener una vida que se pareciera más a lo que quiero para
mí a esta edad. En Venezuela estaba furiosa, triste, frustrada y echada de
lado. Aquí estoy cansada, ansiosa y muy activa. Prefiero esto último.
Mi tierra
dejo de ser un territorio amable para ninguna edad, pero a la edad mía es un
lugar muy antipático, al menos para alguien tan inquieta como yo. Si a mi edad
cuesta conseguir trabajo en los Estados Unidos, lo cual es cierto, en Venezuela
después de pisar los cincuenta te vuelves invisible de un día para otro. En eso
ando, pensativa y nostálgica de mi gente, mi tierra, mis costumbres, enero
siempre parece ser un mes de hacer balances, cuando se vuelve a encender la
alarma de LIFT en el celular.
Alguien
llamado Khamal pide el servicio y acepto. Debo salir volando de la I-95 por la
salida 8 y eso hago, cambiando de canal. El satélite me va llevando por calles
grandes y pequeñas hasta un humilde vecindario de casas sencillas. Un joven
negro de unos dos metros de alto, con una cascada de dreadlocks que le caen por
la espalda y los hombros, los pantalones mucho más debajo de lo que me gusta,
sus bóxers de cuadritos tres cuartas partes afuera, me hace un gesto severo con
la cabeza y asiente cuando le pregunto bajando mi vidrio “¿Khamal….?”, con la
vana esperanza de que no lo sea. Abre la puerta del copiloto y, por encima del
techo del carro, se despide de unos niñitos que han salido detrás de él y los
manda a entrar en la casa. Se acomoda como puede en el asiento delantero, otro
más a quien le gusta ir adelante, y me dice que vamos a una tienda de licores
que está cerca y que él me dirá cómo llegar.
“Bueno”…. –
pienso con un poco de temor – “¿qué tiene de malo comprar licor un martes por
la tardecita?”. Cruzamos por aquí y por allá y llegamos a la fulana tienda. Me
pide que me estacione y lo espere. Mientras lo veo por el espejo retrovisor
caminando hacia la tienda, observo cómo se arregla el pantalón que misteriosamente
no termina de rodarle por las piernas en un extraño equilibrio sobre sus
nalgas, y agarro fuerte entre los dedos la imagen de Mater, la virgen niña de
mi colegio primario, la medallita que me puse al cuello antes de salir de mi
casa hoy temprano en la tarde. - “Por favor, no permitas que este guaro venga a
asaltar la tienda de licores y me termine usando de chofer en su ruta de
escape…… te lo ruego….”- , me encontré medio rezando, medio susurrando. En eso
andaba cuando Khamal abrió la puerta con su bolsa de papel marrón y se volvió a
sentar a mi lado. - “Thanks”-. Me pongo en marcha de regreso a su casa.
Por
el camino me pregunta sobre el trabajo en LIFT y UBER, me dice que tiene record
criminal y que no lo ha intentado por eso y porque tampoco tiene un carro. Le
pregunto en qué otra cosa le gustaría trabajar y me cuenta con súbito
entusiasmo que lo de él son los animales. Que quiere terminar un grado técnico
en cuidado animal y que cuando tenga trabajo intentará comprarle una casa a su
madre. Me dice que su mamá está muy abatida desde hace años por la muerte de su
hermano de catorce años. Mientras llegamos a la casa donde lo recogí le voy
diciendo que no deje de soñar, que se mantenga pegado a sus sueños pase lo que
pase. Antes de salir del carro, el joven se voltea y me mira a la cara por
primera vez. Qué hombre joven magníficamente hermoso tengo delante, Dios mío.
Con unos enormes ojos negros clavados en los míos tras mis lentes oscuros,
extiende la mano derecha, la pone en mi hombro y me dice “Thank you, mama”. Se
baja del carro, cierra la puerta y pasa frente al carro. Mientras abre la reja
que encierra la humilde vivienda, se voltea y me mira de nuevo, con expresión
seria, “Take care, ma´m. Be careful. Drive safe”. Tres buenos consejos que le
ponen fin a este viaje. Esta vez han sido $5. No hay propina. Al menos no en
efectivo.
Por hoy he tenido suficiente. Decido venirme para mi casa. Tomo de
nuevo la I-95 hacia el norte mientras el tráfico ya comienza a ponerse pesado y
el cielo del Sur de Florida a teñirse de ese rosa-amarillo del atardecer. Esta
vez con las aplicaciones apagadas, enciendo el radio y cierro mi día de
trabajo.
No sabes cuánto hemos (Camé, Juan Ignacio y yo) disfrutado de tus primeros posts en este blog que desde ya se anuncia tan prometedor y que se alínea perfectamente con la tradición renacentista de la familia Plaza. Pero lo que más me gusta de estos relatos es la personalidad que nos muestra Elena a través de ellos y que la hace singularmente admirable. Existe una palabra para describirla: resiliencia, que es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas , sino que también podemos salir fortalecidos de ellas. Así que lo que soy yo apenas puedo esperar por el proximo post de tu blog Elena. Nos pusiste la vara bien alta.
ResponderEliminarQuerido Juan, leo tu post amoroso y generoso con una alegría enorme, como cuando te salía la barajita que todo el mundo quiere llenando el álbum. Porque cuando haces amigos nuevos y te salen buenos, es como llenar un álbum de barajitas que vas encontrando poco a poco.
ResponderEliminarQué rico escribir y contar. Y compartir. Yo tampoco puedo esperar a contarles lo que me pasó esta mañana. En lo que esté listo, lo compartimos. Un fuerte abrazo. Muchas gracias.
Querida Elena,
ResponderEliminarLeerte es una ricura. Te leo y me leo, mirandote y mirandome viviendo en esta realidad tan distintas, pero lejos. Seguire leyendote.
Gracias!
Anne-Marie
Querida Ann-Marie, muchísimas gracias por tu comentario tan sentido, bello y amoroso. Así es, una realidad bien distinta, y hay que vivirla bien. Los extraño. Hagamos la comuna. Un abrazote.
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