Cataratas
y otros eventos de la madurez
"La
libertad solo se obtiene a costa de la incertidumbre"
Zygmunt Bauman
Es fácil entender que cuando
operan tus ojos de cataratas, y luego te insertan en lugar del cristalino opaco
una eficiente lente multifocal, recuperes la visión de hace lo menos cuarenta
años. Mientras tu primer ojo operado se recupera del trauma sufrido en
quirófano, y tú también, lo que parece un poco más complicado de asimilar es el
hecho simple de volver a ver bien.
Escribo todos los días desde
hace mucho tiempo. Lleno cuadernos y libretas de mis notas madrugadoras, una
suerte de compendio del día anterior, de planes y sueños para los días por
venir, observaciones del entorno, quejas, lamentos y alegrías acerca de la vida
diaria. Cada día cuando abro los ojos y me voy adaptando lentamente al cambio
del sueño a la vigilia, estiro el brazo y apago la máquina CPAP para respirar
bien mientras duermo, suelto de sus velcros las tiras que sostienen esa máscara
que ya forma parte de la noche sobre mi cara, y busco el celular para ver la
hora. Cada despertar lo mismo, día tras día, donde quiera que esté, cada
mañana. Los lentes de lectura aparecieron cerca de los cuarenta, y
desaparecieron la semana pasada.
Desde muy jovencita, por allá
al comienzo de los años setenta, me sedujo el bordado. En El Libro Italiano, en
Sabana Grande, conseguía revistas Mani di Fata que conservo a pesar de las
decenas de mudanzas, varias inclusive de país. Así será la pasión por este
oficio. Un vicio de telas, hilos y agujas. Lentes de presbicia también para dar
puntadas y a veces coser a máquina.
Cargo un libro de turno
siempre que vaya a donde haya que esperar. Desde que los celulares ocupan casi
todo el ocio en los tiempos de espera, es más de bicho raro eso de sacar un
libro y ponerse a leer. Los libros también han estado siempre ahí, casi los
mismos, desde la carrera de Letras hasta el día de hoy.
Cuando llegas casi a los
setenta años, un día caes en cuenta que tienes mucho que ver hacia atrás,
Algunas miradas son muy gratas, otras te traen tristeza y también hay ahora
certidumbres que nunca estuvieron allí, certezas que han sustituido a ciertas
preguntas, y en mi caso, un apego y un desapego que se mantienen en una nueva
pugna por convencerme de qué conservar, dónde vivir y a quién seguir amando, La
vejez es de todo menos aburrida.
Caracas, 22 noviembre 2020
❤
ResponderEliminarComo siempre! Hermosos tus letras!
EliminarMe fascina como escribe!! Su admiradora en Buenos Aires!
ResponderEliminarSiempre me ha gustado como escribe! Su admiradora de Buenos Aires! Abrazo
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