Emigración e inflación en primera persona.
¿Qué hacer cuando el
dinero no vale nada? Más precisamente ¿Qué tiene que ver una artista textil con
una moneda nacional que perdió todo su valor? Esa era la
pregunta a la que daba vueltas y vueltas a mi regreso a Venezuela, el país que
dejé en medio de uno de los mayores y mayormente desconocidos desplazamientos
civiles de este siglo.
Hoy un bolívar venezolano vale US$ 0.00000197695, o el equivalente a nada. La dolorosa contradicción es que la moneda per se, los billetes, son hermosos, impresos en papel de gran calidad y adornados con colores que son un homenaje a nuestra herencia caribeña.
Escritora, columnista,
artista y docente textil, apasionada cocinera, madre y abuela, fui una más del
inmenso éxodo que nos hemos vuelto los venezolanos. Junto a mi familia por
muchos años vivimos en los Estados Unidos, y luego también pasamos un buen tiempo en
Argentina. con mi hija mayor. Llegué
de vuelta a Caracas en septiembre de 2018, para vivir ahora en las faldas del
enorme cerro El Ávila que nos separa del Mar Caribe y nos define como ciudad.
A
nuestra llegada nos encontramos de frente con una sociedad desbaratada, la cual sobrevive
dentro de un hermoso país en ruinas. En medio de una hiperinflación bárbara, es
una Venezuela profundamente devaluada. Bienes raíces, obras de arte, sueldos y
salarios son ejemplos cotidianos de la inflación y la devaluación galopantes
que se han disparado en mi país. Desde nuestra llegada hemos tenido varios
ajustes con el mismo dinero inorgánico en diferentes versiones de billetes
inservibles. El papel de los billetes vale más que el valor
facial impreso en estos. De pronto los botes
de basura rebosan de dinero que nadie quiere.
La divisa extranjera se vuelve la
moneda informal. Los venezolanos le damos la espalda al bolívar, nuestra
moneda oficial desde 1879. Si la devaluación significa que la moneda local pierde valor
respecto a una divisa de referencia como el dólar, la inflación le pisa de
cerca los talones. Cada día se requieren más bolívares para acercarse a un
dólar. El Banco Central de Venezuela, organismo gestor de las
emisiones de nuestra moneda, insiste en seguir imprimiendo estos billetes
vacíos, en una montaña rusa de inflación y devaluación.
Billetes que nadie quiere
Durante esos primeros meses
del regreso, estupefacta y adaptándome a la situación, reúno billetes que
están en buen estado y les aliso las caras a los próceres de diferentes valores.
Sin una idea demasiado clara de las razones, comienza el rescate de hermosos
billetes sin curso legal. Un romántico intento de salvaguardar la poca dignidad
que les va quedando, pues ahora estamos en un nuevo “cono monetario” que
intenta disfrazar la debacle, y que muy pronto también sucumbirá devaluado bajo
el peso imparable de este modelo económico. En fin, me subo las mangas y plancho
los rostros absortos de estos hombres y mujeres ahora sin valor alguno. A unos
cuantos habrá que alisarles las arrugas del papel. Guardo estos billetes
solitarios entre libros y cuadernos que se llenan con las reflexiones de la
crónica de este regreso.
En las siguientes semanas encuentro por doquier artesanos locales que elaboran unas complicadas obras con estos billetes, ahora plegados y doblados repetitivamente, haciendo pequeñas y medianas esculturas de animales y piezas más funcionales como envases cóncavos para servir alimentos y pequeños manteles individuales. En una venta de empanadas en Altamira, al noreste de Caracas, encontramos un hermoso cisne de tamaño mediano sobre el aparador, todo hecho de billetes verdes y azules de extintos 10 y 20 bolívares, plegados con sumo cuidado y recubiertos de lo que parece ser un esmalte iridiscente. De los botes de basura a los aparadores, nos alcanzó al mismo tiempo y en medio de la inflación, esta extraña mezcla de Kitsch con origami criollo. Ese día sentí en la boca del estómago la devastadora fuerza de esta devaluación. De regreso en casa saqué algunos billetes y los puse a la vista sobre la mesa de trabajo. A ver qué tenían que decir estas imágenes sin valor aparente.
Escribir, cocinar y bordar
Desde los años 90 he
sido columnista de la prensa local venezolana, y más adelante también cronista en un blog del
cual me ocupo demasiado poco. Guardo docenas de diarios escritos a mano y en
secreto. También amo las puntadas, el bordado, las aplicaciones y las telas. Desde
hace varias décadas trabajo a cuatro manos en estos dos oficios. He publicado y
expuesto poco. Me he mudado mucho. Perdido casi todo lo material menos mis
libros, cuadernos y materiales textiles. Ganado experiencia y serenidad. Tengo
casi setenta años, estoy con quienes amo y donde quiero, algo que importa
muchísimo, aunque apenas si lo entiendo. Por otro lado, a veces el sentido de
la vida sólo me regresa frente a los fogones de la cocina, así que tampoco me
alejo demasiado de recetas y cacharros. Por si acaso.
De vuelta a los billetes rescatados, pronto comienzan a ser demasiados. Se han ido amontonando por todos lados.
Sonrío en silencio. Ella luce más bella y alegre.
Y así comienza una
travesura muy interesante. Un sombrero de seda para el buenmozo de Francisco de
Miranda.
Una corbata amarilla de lazo y bigotes dorados para el rebelde Ezequiel Zamora.
Bordar a esta gente resulta una maravillosa compensación de tantas frustraciones.
El valor facial está
ahora en sus miradas, lejos de la basura. De vuelta a la vida
útil.
Buenas pelucas y elegantes sombreros le regresan algo de vida a la naturaleza muerta que eran estos billetes. Nada como el arte y la literatura para revestir de esperanza estos nublados días venezolanos. Este vivir en una era de profundos cambios, ahora pasa también por bordar, tratando de entender mejor las cosas complicadas, obteniendo así lo mejor de muchos mundos.
Quedarse en
Venezuela
Donde hemos vivido
por casi dos años hay una enorme cocina profesional a gas, y éste por ser
directo pareciera que nunca falta, lo cual es un gigantesco privilegio en medio
de tantas fallas. Cocino en silencio por horas, intentando regresar a los
sabores y olores de esta tierra, a las costumbres de una familia desparramada por el mundo. Todo parece indicar que la aventura de vivir ahora mismo en Venezuela, significará también enamorarse de
nuevo.
Dar clases, escribir,
cocinar, bordar y remendar. Notas diarias y billetes fallidos. Cambiar su
rostro y el mío. Sostener nuestra mejor sonrisa bajo la tormenta, como lo
siguen haciendo los personajes venezolanos de estos billetes. Tal parece que en esas andamos y
seguiremos por un buen rato.
Gracias por
compartir.
PD: 15 de julio 2022
–Como quien se arropa con una vieja cobija, hace tres semanas regresamos a lo
conocido, ahora con un suéter encima a toda hora. Nos hemos vuelto a mudar. Ahora
viviremos en los Altos Mirandinos, estamos de nuevo en San Antonio de los Altos.
Esta montaña nos regresa la voz. Ya hablaremos de eso.
plazaelena@gmail.com
www.diariococinayletras.blogspot.com
@elenaplazatextil
Querida Elena, me encanta que hayas vuelto a escribir. Escribir lo que uno siente, trae calma. Además, tú pluma es amena aunque desgraciadamente la situación que describes es patética. Te mando un abrazo y mil bendiciones ♥️
ResponderEliminarHola, buenos días. Agradecida por tu comentario, aunque dice anónimo y no sé quién lo escribe. Sí, es una situación triste que requiere de una enorme fortaleza, y ésta nos abandona de vez en cuando. Escribir y hacer lo que amamos nos la regresa cuando se extravía. En eso andamos. Gracias, Saludos.
EliminarGracias Elena , he leído lo pasado y el presente aquí en tus páginas..
ResponderEliminarHablábamos esta mañana de fortaleza, eso es lo que eres , como el cuadro del pintor Florentino Botticelli…
Te admiro
¡ Tía Lola ! Gracias por tu generoso comentario. Mutua admiración Tariffi. Un beso
EliminarSeñora Elena, soy el padre de su amiga de Miami Angelica Hernández. Lamento no pude verla en persona nunca. Me hubiera gustado tener frente a mi a una mujer que sin ser Premio Nobel desborda con simples palabras las situaciones y realidades de la patria de Bolivar. Sabe UD algo? Siempre tuve ese deseo frustrado de no haber tratado personas de valía como Andrés Eloy Blanco, Don Rómulo Gallegos, Lazo Martí, etc solo tuve acceso a jugadores de gallo y de dados, borrachos y pendencieros maleducados y gentes de diversa índole carentes de todo brillo y toda humanidad. Un placer contar aún con su pluma. Siga escribiendo y contando sus paseos con la luna en la mano como el Loco Juan Carabina de Calabozo.
ResponderEliminarEstimado Sr. Hernández, muy agradecida por su amable comentario y más aún por su compañía virtual en el blog. No me olvidaré nunca de salir a pasear con la luna en la mano, como Juan Carabina, gracias a usted. Dios le bendiga.
EliminarElena cara, no se porque mi comentario apareció en anónimo!!
ResponderEliminarQuería que se saliera con mi nombre normalmente, pero se fue solo…
Mi querida Elena
ResponderEliminarPronto el día despertará y yo sigo releyendo una y otra vez tu magia, tus historias que ya son leyendas.
Tu eres nuestra juglaresa favorita, siempre con una maleta llena de experiencias y mensajes positivos. Tus palabras deberían ser incluidas en esas maravillosas canciones de Bob Dylan.
Tu relato, como siempre conmovedor, pero a la vez con esa esperanza que te caracteriza.
Tus obras tanto escritas como tus trabajos textiles, esparcen con el viento la ilusión y la buena persona que eres.
Ya la penumbra del amanecer se está disipando, haciéndome de nuevo el hombre lobo diurno.
Te queremos mucho
Los YUras
Una notica de agradecimiento y afecto para el hombre lobo diurno y su amorosa compañera, porque sin ellos la vida sería más áspera. Los Yuras son de esos amigos que sabes que son familia. Gracias por estar siempre tan cerca. Un abrazo.
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