sábado, 12 de mayo de 2018

EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA (O ULISES COMO “ROLE MODEL”)

Regreso al blog luego de dos semanas de silencio. Aquí las cosas han estado intensas. Después de muchas cavilaciones, he tomado dos decisiones personales importantes: la primera, regresaré a Venezuela, y la segunda, no amargarme la vida por ello.

En medio de mis cavilaciones de las pasadas semanas, recordé un librito que me recomendó  hace tiempo Fernado Quiróz, extraordinario medico psiquiatra venezolano, "El Arte de Amargarse la Vida", de Paul Watzlawick   (https://www.lectulandia.com/book/el-arte-de-amargarse-la-vida/). No lo tenía conmigo, así que me puse a buscarlo y lo encontré en archivo PDF en internet. Leyéndolo recordé también la magnifica analogía que hace el poeta alejandrino  Konstantin Kavafis acerca de Itaca, la isla de Ulises, su hogar. Recordé también que Itaca no es otra cosa más que el viaje en sí mismo, como lo expresa tan bellamente Kafavis en su poema. Así se me pasó un poco la desazón. La tristeza y las dudas se fueron a descansar por un rato.

Argentina es interesante. Los argentinos, adorables. Buenos Aires, fascinante. Sin embargo, no me quedaré en Argentina. Ahora lo sé. Aun así, con todo y sabiendo esto, seguiré en Argentina por mucho tiempo más. Porque todavía tengo qué hacer acá. Porque me niego a sentirme con el desasosiego de la duda perenne. Viviré en Buenos Aires el tiempo que sea, un día seguiré camino y quizás entonces llegue a Caracas. Seguramente. Bueno, algún día. Eso creo. O quizás ni siquiera entonces habré llegado a mi ciudad para quedarme y morir allí. Tal vez para ello todavía falten puertos y aventuras en este viaje. Estos días pasados me di cuenta de que esto es así, que no importa. Que es bueno saberlo y aceptarlo con alegría.

Llegar a esta sana y difusa conclusión negociada conmigo misma, me ha llevado un par de semanas en casi completo silencio, dos pleitazos con Corina y un montón de  lágrimas. 

La tarde que recordé este librito genial, me fui corriendo al locutorio cercano (forma coloquial argentina de llamar a los centros de llamadas y copiado)  e imprimí un ejemplar. De regreso en casa, me lo leí de una sentada. Lo he podido leer gratis en el link que les escribí antes, pero es que disfruto tantísimo leer tocando el papel. Este libro fue escrito por un simpático psicoterapeuta norteamericano, del llamado "Grupo de Palo Alto", de evidente origen centro europeo con ese apellido. Parafraseando la nota del editor original del libro, éste "se puede leer medio en broma y medio en serio".  Sus "páginas maliciosas" están literalmente llenas de "formas de hablar del hemisferio derecho", con lo cual uno se hace el mejor favor del mundo al leerlo: reírse de uno mismo. 

Me he aprendido a reconocer como una mujer inquieta, muy inquieta, que ahora, de grande, de vieja, me gusta mucho ser. Sí, tengo el alma inquieta y medio errante. Me gusta moverme, mudarme, instalarme, enamorarme de lugares y gente, hacer amigos, conversar, volver a hacer las maletas... y seguir de largo. 

No me hace bien sentirme exiliada y mucho menos refugiada. En absoluto. Prefiero saberme de viaje. Un viaje largo lejos de casa, una casa que paradójicamente ya no tengo pero que tampoco nunca dejaré de tener. Con la familia, los amores, los afectos y los amigos atomizados por el mundo entero. No quiero sentirme una más en una dolorosa diáspora que no puede quitarle los ojos de encima a Venezuela, mientras intenta seguir mirando hacia adelante y no desnucarse en el camino. No. No me hace bien. Prefiero a Ulises como “role model”.

Por eso escojo ser una viajera, que adora a Buenos Aires, que se hizo más fuerte en Florida, que ama a Caracas, que anhela regresar a Margarita, que no sabe cómo vivir sin Londres, que tiene un pie en América Latina y otro en Europa. Así me siento menos mal y puedo cargar el enorme peso de haber perdido aquel  país que conocía, y no poder casi reconocerlo en este nuevo lugar descosido por todos lados, un lugar al que, sin embargo, amo con una pasión que me sobrepasa. Porque claro que la conozco, aunque me cueste tanto reconocerla. Mas aun, reconocerlo como mi tierra. A dónde pertenezco. Sin remedio.

Venezuela viene casi cada noche a mi almohada. Duerme conmigo. He pasado muchas noches en esas casas que quedaron atrás, sentada en muebles que desaparecieron, hablando con vecinos que ya no lo son, de quienes no he sabido nada en tanto tiempo. Sin embargo, ahí vienen los amigos de siempre a conversar, a tomar café, a mirarnos en los cuentos que nos echamos. En las aventuras que nos trae la noche. Tantos lugares, eventos y gente que había olvidado que recordaba. 

Porque no quiero ser emigrante. Prefiero ser una viajera. Me lastima menos. 

Leyendo el librito de Watzlawick te das cuenta de que es -verdaderamente- "up to you". Es uno el que decide lo que le da la gana de ser. O no ser. Cómo vivir. Qué sentir. No hay plantillas que nos sirvan a todos. En esto mis hijos me han dado las mejores clases magistrales al respecto. He aprendido que cuando los hijos se toman el trabajo de volverse tus maestros, mejor es poner atención a lo que dicen porque entonces uno está mucho más cerca de estarse volviendo su amigo además de su mamá. Eso es delicioso y compensa tantos desvelos y calenteras. Vale la pena. 

Por eso mismo digo, que si yo decido que soy viajera y no emigrante, que si me da la gana de creer que regreso a Venezuela en lo que me parezca y me llegue la hora, eso mismo será lo que tendré en mi corazón. Dicho sea de paso, saber que me regreso a Venezuela cuando toque regresar, y haya llegado ese día, me hace mas llevadero el inevitable sufrimiento que es Venezuela ahora mismo. Es así como he podido seguir viviendo medianamente bien con el inevitable sufrimiento que significa dejar todo y a todos atrás. Así lidio mejor con todo esto. 

Me niego a dejarme asfixiar por la tristeza. Por eso soy viajera y no emigrante. Por eso mismo he logrado ver con inmensa alegría que estando acá puedo servir de algún alivio en medio de un caos que, aunque lo tenga, nos parece a todos donde sea que estemos, no tener un final a la vista. O cualquiera de las muchas maneras en que seguimos presentes y al lado de nuestra gente querida.

Pensando en esto se da uno cuenta de que que haber emprendido este viaje tiene sus razones. Que en esas mismas razones quizás resida el aprendizaje. Por qué no, hasta su encanto. Se va una, entonces, serenando de a poquito. Le va uno encontrando "el queso a la tostada" en medio de tantas preguntas sin respuesta aparente. Habrá que repensar el viaje. Tomar nota de lo que el camino me quiere mostrar. Reposar el cuerpo y el alma cuando se necesite. Aprender a estar presente aún con la mirada del alma en otro lado. Es en el viaje en sí mismo donde pareciera estar la clave.

Ya lo dice R.L. Stevenson "It is better to travel hopefully than to arrive", citando un sabio adagio japonés. 

Para explicarme mejor, me valgo de un poeta alejandrino que desde el día que lo leí por primera vez, me puso una mano en la espalda, y me ha empujado suavemente por la vida, Konstantínos Kavafis.  Aquí les dejo.

Un abrazo a todos.

Ítaca
Si vas a emprender viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrígones y a Cíclopes o al airado
Poseidón nunca temas:
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia la emoción
de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrígones ni a Cíclopes, ni al fiero Poseidón
hallarás nunca
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien los pone ante ti.
Pide que tu camino sea largo,
que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer felizmente arribes
a bahías nunca vistas.
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta,
mas no apresures el viaje,
mejor que se extienda largos años,
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje,
sin ella el camino no hubieras emprendido,
mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañaría Ítaca.
Rico en saber y en vida como has vuelto
comprenderás ya que significan la Ítacas.

Konstantin Kavafis (1863-1933)

8 comentarios:

  1. Querida Elena
    Espero que te encuentres bien. Estuvimos al tanto de la devaluación en Argentina y el acercamiento con el Fondo Monetario. Este relato ha sido muy filosófico. Definitivamente en la vida todo depende del punto de vista como se mire y nosotros determinamos como verlo. Son nuestras decisiones.
    Un abrazo
    Los YUras

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  2. Te extrañaba. Te pensaba y tu silencio me hablaba de duelo. Feliz de que estes de vuelta conmigo. Aleccionandome y iluminando mi intelecto. Amor profundo para ti!

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    1. Amor que te va de regreso, mi querida amiga. De lo mejorcito que me dejó la vida en Florida.
      Un abrazote fuerte.

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  3. Querida prima, empecé a leer tu blog por esta entrada. No sé qué dices en las otras, pero esta está escrita para mí... conmovedor y verdadero. Vaya disyuntiva que todos los venezolanos tenemos delante... pero los dioses nos escuchan y el viaje es largo, y en el viaje nos encontramos. (¿quien es Corina?) un abrazo fuerte

    Mariela

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    1. Hola prima,
      Resulta que el blog estaba mal configurado el asunto de los comentarios y su publicación. Finalmente, esta mañana, en lugar de publicar, me puse a mirar y mirar hasta resolverlo.
      Acá estoy. Mil gracias por tu comentario. Sí, esta disyuntiva se nos ha vuelto un lugar común. Y fíjate, fue en el viaje que nos encontramos.
      Corina es mi hija mayor. Tiene 36 años en unos días. Es pintora, egresada de la Reverón, en Caracas. Andamos juntas hace años. Tengo muchas ganas de independizarme. Ya veremos.
      Un abrazote para ti también.
      (me encantan tus instagram)

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  4. Querida Elena,

    Siempre te lo digo, leerte es como leerme y eso me desconcierta, pero me gusta. Es como tener un alter-ego viviendo en Argentina, o donde sea que te te toque vivir. Acabo de leer este articulo: https://prodavinci.com/el-largo-regreso-de-los-venezolanos-a-itaca/ y me recordo este, el tuyo.
    Yo, siendo nieta de inmigrante, se en carne propia y ajena que volver nunca es posible. Para mi emigrar ha sido el proceso largo de aceptar que no soy de ninguna parte. Perdi mucho emigrando, perdi sobre todo mi nombre. Pero por otra parte gane un monton de cosas que en Venezuela no habria podido hacer. A veces me siento un poco rara porque no extraño a Venezuela, pero luego hago arepas y me doy cuenta de que elaboro mi morriña de un modo diferente, es todo. Venezuela es un estado de ánimo dentro de mi, a veces soleado, a veces sabroso, pero las mas veces lleno de inquietud e incertidumbre. Estoy mejor lejos.
    Te mando un abrazo grande, tan grande que abarque todo ese pocote de norte que nos separa. Espero algun dia poderte visitar. Quizas alguna vez de tanto caminar hacia el norte, termine en el Sur. ¿no crees?

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    1. Hola mi panita margariteña de La Asunción, de la Casa de Puertas Azules y la curaduría de las piecitas con telas cosidas... !!!!
      Hola mi amiga que tiene el pícaro traje de novia colgado por ahí.
      Mi amiga que me prestó a su mamá, la Hooker...
      Sí, sí creo que cabe la posibilidad que un día nos encontremos para abrazarnos. Es mucho más que probable. Es factible, querida mía.
      Te mando un fuerte abrazote, con reminiscencias de arepas.
      Porfa cuéntame cómo fue que perdiste el nombre.
      Cariños a Laya. Y a Zoe. Y a Mateo.

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