Si bien el conocido parlamento de Hamlet “to
be or not to be”, se traduce siempre como “ser o no ser”, tal parece que cuando
emigras se traduce más bien como “estar o no estar”.
Por el lado de mi madre, soy hija y nieta de
inmigrantes. Italianos. Toscanos, para ser más precisa. Mis abuelos eran
intelectuales. El Babbo era Latinista. La Mamma, Antropóloga. Al llegar a
Venezuela se hicieron profesores en La Victoria, estado Aragua. Un poco más
tarde, abrieron una editorial en El Panteón, en la Caracas de comienzo de los
años cincuenta. Cuando yo los conocí, habían comprado un colegio en Valera, el
Colegio Monseñor Mejía, en Valera, estado Trujillo, y eran sus directores. Para
mis abuelos Tariffi nunca pareció haber dudas acerca de dónde estaban y dónde
querían estar. Entre la Italia que ellos dejaron atrás, y la Venezuela que les
abrió las puertas, pareciera que su respuesta era clara y sus acciones más aún.
Siguieron siendo “musiúes” toda su vida venezolana pero estaban en Venezuela,
sin duda ninguna y de todo corazón.
Lo que estoy presenciando en Buenos Aires,
respecto a la migración de venezolanos, que me incluye, es algo nunca visto en
este país, salvo por la inmigración italiana hace más de un siglo, que tanto les
determinó a los argentinos de entonces y aún de hoy en día.
A donde quiera que vayas te topas con un
venezolano o venezolana trabajando. Una lista de paisanitos de la semana pasada
incluye a un chico de Valera, por cierto ex alumno del Monseñor Mejías, siendo
entrenado en un centro de Internet por otro chico venezolano para que le
sustituya, ya que este último se va pronto para USA persiguiendo el sueño de
estudiar Ingeniería Aeroespacial. Una larga lista que llevo mentalmente como un registro consular extra oficial, completamente informal, por supuesto.
Kioskos, tiendas, restaurantes, bares, librerías,
fruterías, abastos y supermercados, charcuterías. Nos hemos vuelto
despachadores amables y corteses. Cortamos jamones y quesos, preparando
bandejitas impecables, tal como las conocemos de dónde venimos. Los mesoneros
que se acercan a la mesa y le preguntan al cliente si le hace falta algo, si la
comida está a su gusto, seguro, más que seguro son venezolanos.
Lo más raro de ver a tantos venezolanos, es su
actitud cuando les hablas de quedarse en Argentina. Viejos y jóvenes, nueve de
diez, te dicen que no. ¿Entonces cómo es esta migración tan extraña? ¿Qué
dejamos nosotros atrás? ¿Qué queremos salir corriendo a buscar, en la primera
oportunidad que se nos presente? ¿Somos o no somos emigrantes? ¿Estamos o no
estamos? Esta no es una respuesta fácil. Por eso, la mayoría no nos hacemos la
pregunta. Por eso le tememos a la duda de Hamlet. Porque casi todos los
venezolanos, como yo misma, no tenemos una respuesta firme y segura. Ni dentro
ni fuera de Venezuela. Esto último es lo más desgastante, me ha parecido últimamente.
Porque ahora resulta que el que se fue, no sabe si quiere estar fuera. Y el que
se ha quedado en Venezuela, tampoco está seguro de quererse quedar.
Este estar mirando constantemente hacia la puerta,
no nos hace bien, Ni dentro ni fuera de casa. Estoy segura.
Por eso mismo estoy empeñada en sembrar mis
matas aquí en Buenos Aires. Ya que no me puedo sembrar a mi misma, parece, pues
ver cómo les salen unas raíces a estas maticas, me está resultando lo más
parecido a estar aquí y ahora. Viviendo.
Ayer mi hija en Caracas extravió las llaves de
la casa donde alquila una habitación, cuando fue al mediodía a almorzar. Desde
Buenos Aires, rezábamos juntas por HangOuts para que aparecieran, y le daba
ideas de dónde buscar. Mientras hacía esto con el celular, desde la laptop aplicaba
a proyectos como redactora en las plataformas para freelancers donde aplico a
diario. Las llaves aparecieron pegadas en la puerta de su habitación, y mi hija
en Caracas corrió de regreso a su trabajo en Chacao.
Mientras tanto, mi otra hija en Buenos Aires,
trabaja en un colegio cercano. Anoche llegó de regreso al final de su día
laboral con un bello regalo: cuatro cuadernos para pintar. Dijo que era un
premio por hacer lo que hago, como un juglar de semáforo, con varias pelotas de colores en
el aire, aprendiendo a moverlas sin que se caigan al suelo.
Los domingos al final del día converso con los
dos chifladitos que tengo por nietos, mis niñitos amados, allá en Ocala, en el
corazón de Florida, en los Estados Unidos. Les he ofrecido ir a verlos pronto. Tenemos
pendiente una pijamada que hará historia para los tres. Estoy segura.
Veo a mi alrededor como soy sólo otra imagen conocida,
en este espejo de diáspora atomizada por el mundo entero que nos volvimos los venezolanos
en el siglo XXI. Parecemos ser el único producto eficiente de la llamada Revolución
Bolivariana: millones de venezolanos ahora en misión de venezolanizar al planeta.
Eficiente e involuntario resultado de semejante tamaño disparate de
experimento. Así, al menos se reduce la angustia de tener que responder si
estamos o no estamos, donde sea que estemos cuando nos lo preguntan.
Un taxista me dijo el otro día que Argentina
nunca será la misma luego de esta inmigración venezolana. Puede ser. Traerse al
Caribe para tierras australes en tamañas cantidades, no puede pasar desapercibido.
Según el Diario La Nación, en un artículo del pasado 16 de marzo, el promedio de
venezolanos que entran a diario por las fronteras argentinas había alcanzado un
promedio de 363 personas. Al día, no a la semana, ni al mes. Trescientas sesenta y tres venezolanos entraron al día en Argentina entre enero y febrero de 2018. Difícil de creer. Por lo
que estoy viendo en la calle, debe ser cierto. O estar cerca de serlo.
Ya veremos qué le agrega esa agitada sal
marina caribeña a esta reflexiva latitud sureña. Nuestras maneras de amar, con el
ritmo en las caderas. La sazón de nuestras comidas, ese impelable comino en su
justa medida. Nuestra pasión por la echadera de cuentos y el chiste permanente.
La risa fácil y la mamadera de gallo a toda hora. Ahí vamos con nuestra dosis de luz y color caribe por el mundo entero. Cargando, como cargamos
en el alma, tanto los muchos colores verdaderos de Mercedes Pardo, como esos amarillos que
Cruz Diez hace que se nos formen mágicamente en la mirada. Ya veremos. Aún queda mucha tela
por cortar. Mucho que coser y remendar.
Por el momento, vivo mis días porteños en una
vida en compartimientos. Para no tener que dar una respuesta, no me pregunto si
estoy o no estoy. Escribo para que no se me olvide nada de lo que soy. Para
recordar de donde vengo. Por qué soy como soy. De quién soy hija, nieta y
bisnieta. Quiénes son mis hijos y nietos. Por qué me siento tan rico en el chat
con mis tías y primos Tariffi. Por qué lo primero que puse sobre el hogar que nos calienta estos días de invierno al revés, fueron las fotos de mis padres, como cualquiera buena inmigrante. De ahí vengo. No nos equivoquemos.
Siempre cosiendo, cocinando y escribiendo.
Me encanta!
ResponderEliminarHola Gun-Marie,
EliminarGracias mil por tu amorosa presencia de alter-ego. Sí, ya Ann-Marie había dicho algo de eso, que yo le recordaba a tí. Cosas de la reencarnación, digo, no sé. pero eres un hallazgo magnífico con tus textiles que adoro mirar y mirar. Gracias, amiga.
Con un té, y las almohadas (10) abrazando mi calida noche de verano, me preparo a leerte, mi querida prima. Verdades sobre nuestras vidas de venezolanos, producto de nuestro destino, llevar por el mundo nuestra identidad ! Esto nos hará mas fuerte ! Nos dará un sello de calidad! Y cuando volvamos todos con nuestras historias y relatos de aventuras pasados en el exilio, entonces le daremos gracias al mundo por habernos dado la oportunidad de ser mejores ! Seremos inigualables ! Seremos invencibles ! Nuestra sociedad se iluminara de tanta sabiduría ! Seremos libres ! Te quiero ! Fuerza y Fe !
ResponderEliminarQuerida prima favorita,
EliminarGracias a ti por tu mirada. Sí, tanto sufrimiento abierto y contenido tiene que hacernos mejores. La reflexión nos tiene que enseñar a rehacer una Venezuela más compasiva, organizada, INCLUSIVA, con buena memoria. Menos pachanga y más cerebro. Veremos, querida.
Te quiero mucho. Lo sabes. Gracias.
Mi querida Elena, es tan cierto que estando afuera o adentro constantemente vemos la puerta.... se me hace un nudo en la garganta.... pero me encanta que siempre estés activa, alegre, haciendo arte, y de tu vida una poesía. gracias por compartirla con nosotros, reconfortas el alma!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias. No reconozco el nombre pero mil gracias por tu amable compañía. Si quieres aclarar tu nombre, chévere. Saludos.
EliminarBellísimo. Soy Johanna de Farmacity. Le cuento que tengo el placer de compartir tiempo con muchos de sus compatriotas, dos trabajan conmigo. Y lo que usted describe en estas lineas es un tema de conversación diaria con ellos.
ResponderEliminarCon respecto al comentario del taxista, siento lo mismo. Después de esta “invasión” venezolana no seremos los mismo. Y puedo decirle que la multiculturizacion que se da constantemente en esta tierra nos nutre mas como seres humanos. Y lo celebró.
Gracias por tanto.
Hola Johanna de Farmacity !!!
EliminarLindo leerte, Sí, ni los argentinos ni los venezolanos en Argentina nunca seremos los mismos después de estos días de exilio.
Eres fiel representante de esta tierra generosa que nos ha recibido con compasión y generosidad.
Como periodista escribirás y hablarás de esto porque tu generación será la que más vivirá este fenómeno que vivimos ahora en Argentina ambos pueblos.
Gracias por tu lectura.
Un abrazo - que te daré en mi próxima visita a la farmacia ;-)
Gracias Elena. Siempre disfrutamos tus relatos y pensamientos. Definitivamente la inmigración venezolana seguro que va a tener un impacto en la Argentina. Positivo?. No lo sabemos. Elena recibe un fuerte abrazo. Los YUras
ResponderEliminarMis Yuras queridos ¿Positivo? Sí, si lo sabemos. Es positivo. Para Aegentina y para los venezolanos. No tengo dudas. Las excepciones de malas conductas y mal agradecidos, son -precisamente- las excepciones que confirman la regla.
EliminarQue este exilio tenga impacto en nosotros, que seamos mejores ciudadanos, padres, hijos, hermanos, vecinos, socios, etc. Que el "guiso" deje de ser nuestro principal deporte nacional.... Ahhhh! Qué Francisco de Miranda ya no tenga tanta razón, cuando nos dejó dicho que lo único que nos interesa a los venezolanos es el bochinche.
Tienen razon: Veremos...
Un abrazote
Rio, lloro, canto, sueño! Yo naci en aquella Rivera...gracias Elena...gracias!!!!!se te extraña!!
ResponderEliminarTe extraño, Angie. Mucho. Gracias por tu cariño.
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