sábado, 17 de febrero de 2018

CONOCER A DARIO – ENCUENTRO CERCANO CON LAS PELIGROSAS ACERAS


De camino al subte para ir al mercado de San Telmo esa primera visita de domingo para ir a ver a Samira, le digo a Corina que nos paremos a comprar el periódico. Le pregunto al vendedor de diarios cual será el mejor para leer los domingos, que acabo de llegar a la ciudad y quiero conocer lo que se escribe en los periódicos argentinos locales. El vendedor del kiosko, un hombre menudo de mirada inteligente y sonrisa franca, me dice con abierta picardía que todo depende de donde este yo ubicada y de lo que quiera leer en los diarios. Los va separando sobre el mostrador mientras dice: “Centro derecha, social demócrata, de esos como los de Maduro en Venezuela…”. Levanta la vista y me dice sonreído, “Bueno, supongo que de estos, nada, ¿cierto?”. Los dos estallamos en risas. “Mire, deme algo social demócrata con airecitos de derecha, si me hace el favor, que de los cuentos chinos de esa izquierda estoy hasta el copete”, le digo riendo. Me da un grueso Clarín dominical. Como que ya nos hemos reído juntos de nuestras mutuas miserias políticas, le pregunto si será mejor vivir en la provincia o en la ciudad capital. El tipo se manda una clase magistral de urbanismo bonaerense y sus alrededores. Le preguntamos si sabe de algún apartamento en alquiler. Nos anota el nombre de una tal Graciela y su teléfono en el borde superior del diario, él es Darío, el encargado de un edificio alto a pocos metros del kiosko y esta señora administra allí varios apartamentos. “Díganle a Graciela que van de parte de Darío”, una sonrisa franca de oreja a oreja. Agradecidas nos despedimos y seguimos camino al subte. 

Lunes por la mañana. Comienzo de nuestra segunda semana en Buenos Aires. Amanezco haciendo planes para resolver lo más urgente, nuestra próxima vivienda. Esta ciudad es tan grande que da vértigo. Completamente plana, con un enorme rio marrón que le bordea al Noreste. Ingenuamente he creído posible aprenderme a Buenos Aires haciendo mapas y coloreando sus barrios. Algo me ha ayudado. Sin embargo, la realidad supera mis expectativas con creces. Es enorme y extremadamente diversa. Me he vestido para salir a visitar las inmobiliarias cercanas, a ver que consigo en alquiler. Estoy en pleno aprendizaje. Muy elegante, hasta me pongo el único collar que me he traído conmigo, el ámbar ruso regalo de mi papa de hace tantos anos atrás, y me voy caminando calle abajo, mirando los letreros de alquiler, tomando notas, preguntando a los amables vecinos. Ando en modo misión inmobiliaria. Hasta que de pronto, al suelo, Mi rodilla izquierda me estalla de dolor, me he tropezado con una baldosa inestable, una más de miles, estoy en el piso e intento ponerme de pie. Un joven con botas de obrero corre desde el otro lado de la calle. “Está bien señora, le ayudo a levantarse?“, me dice y extiende su mano para socorrerme. Ya de pie, me toco la rodilla. Puede ser que me la haya roto, pienso horrorizada. Estos 104 kilos que le han caído encima no son broma, por muy duros que tenga los huesos. Puedo caminar, lo cual se me hace casi un milagro por el dolor que siento en un lado de la rodilla izquierda, así que me doy la vuelta y regreso sobre mis pasos hasta el apartamento. Al entrar, Corina me mira sorprendida de verme de regreso tan pronto. “Me caí, Cuni”. Ahí sí, me pongo a llorar. La rodilla se esta poniendo morado obispo rápidamente. Un tono berenjena ya baja por la pierna. Evaluamos ir o no al hospital. Decido que no. Corina se va a comprar una compresa para enfriar el traumatismo. Bueno, parece que algo me esta avisando que hay que bajar un poco la velocidad. Presto atención y me paso los siguientes días en reposo, pierna en alto, calmantes y antinflamatorios orales y tópicos. Quien me manda.

Eso no puede detener la búsqueda de apartamento. Seguimos fajadas llamando y preguntando. De silla en silla, aprovecho para concentrarme en negociar por teléfono con Bank of America, Chase y Citibank la cancelación completa del saldo de mis tarjetas de crédito. También he salido de ese peso enorme con este movimiento telúrico que es este viaje al Sur. No importa. Estoy alegre. Ando mucho mas ligera, aun a pesar del sobrepeso exterior que también se ira diluyendo. Caminar más, sonreír siempre, comer mejor. La mejor dieta de todas. Estoy muy agradecida. Gracias.

4 comentarios:

  1. Qué buena narración! Estoy esperando ansiosa la próxima! Mejórate de la pierna y sigue caminando! Un abrazo!

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    1. Cariños para ti y los tuyos, amiga. Gracias por estar siempre pendiente.

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  2. Querida Elena
    Primero que nada, esperamos que estés completamente recuperada de la rodilla. Son lesiones que se demoran en curar. Paciencia.
    Tu relato nos transportó a las aceras de los Palos Grandes, donde había que caminar con mucho cuidado y atención, las raíces de los viejos arboles las levantaban. A pesar de que, con cada cambio de gobernador, la moda era arreglar las aceras, como lo hicieron en las Mercedes repetidas veces.
    Me recuerdo que de chamos los que tenían perros Vivian en las casas con jardín, pero eso fue cambiando y cuando el mejor amigo del hombre paso a vivir en los apartamentos, las aceras de los Palos Grandes comenzaron a tener ese otro problema.
    Que chévere lo que nos cuentas sobre El Clarín, tronco de periódico. Seria nuestra escogencia también. Si tuviese tiempo uno de los proyectos que siempre que he tenido es la de ofrecer periódicos a la carta. Por ejemplo, los lunes recibir el Wall Street Journal, el martes el País de España, el miércoles el Herald en español, el jueves el Sun Sentinel y el viernes el Clarín, porque las subscripciones fastidian y la prensa es bastante repetitiva.
    Bueno Helena no te aburrimos más, cuídate mucho y mucha suerte en la búsqueda de un nuevo hogar.
    Los YUras

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    1. Queridos Yuras,
      Si hacen ese servicio de entrega de diarios, yo sería el primer chicharrón de su lista de entregas !!
      Nota al margen de todo: el día que ustedes me aburran, yo me fregué.

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