De
camino al subte para ir al mercado de San Telmo esa primera visita de domingo
para ir a ver a Samira, le digo a Corina que nos paremos a comprar el
periódico. Le pregunto al vendedor de diarios cual será el mejor para leer los
domingos, que acabo de llegar a la ciudad y quiero conocer lo que se escribe en
los periódicos argentinos locales. El vendedor del kiosko, un hombre menudo de
mirada inteligente y sonrisa franca, me dice con abierta picardía que todo
depende de donde este yo ubicada y de lo que quiera leer en los diarios. Los va
separando sobre el mostrador mientras dice: “Centro derecha, social demócrata,
de esos como los de Maduro en Venezuela…”. Levanta la vista y me dice sonreído,
“Bueno, supongo que de estos, nada, ¿cierto?”. Los dos estallamos en risas.
“Mire, deme algo social demócrata con airecitos de derecha, si me hace el
favor, que de los cuentos chinos de esa izquierda estoy hasta el copete”, le
digo riendo. Me da un grueso Clarín dominical. Como que ya nos hemos reído
juntos de nuestras mutuas miserias políticas, le pregunto si será mejor vivir
en la provincia o en la ciudad capital. El tipo se manda una clase magistral de
urbanismo bonaerense y sus alrededores. Le preguntamos si sabe de algún
apartamento en alquiler. Nos anota el nombre de una tal Graciela y su teléfono
en el borde superior del diario, él es Darío, el encargado de un edificio alto
a pocos metros del kiosko y esta señora administra allí varios apartamentos. “Díganle
a Graciela que van de parte de Darío”, una sonrisa franca de oreja a oreja. Agradecidas
nos despedimos y seguimos camino al subte.
Lunes
por la mañana. Comienzo de nuestra segunda semana en Buenos Aires. Amanezco
haciendo planes para resolver lo más urgente, nuestra próxima vivienda. Esta
ciudad es tan grande que da vértigo. Completamente plana, con un enorme rio
marrón que le bordea al Noreste. Ingenuamente he creído posible aprenderme a
Buenos Aires haciendo mapas y coloreando sus barrios. Algo me ha ayudado. Sin
embargo, la realidad supera mis expectativas con creces. Es enorme y
extremadamente diversa. Me he vestido para salir a visitar las inmobiliarias
cercanas, a ver que consigo en alquiler. Estoy en pleno aprendizaje. Muy
elegante, hasta me pongo el único collar que me he traído conmigo, el ámbar
ruso regalo de mi papa de hace tantos anos atrás, y me voy caminando calle
abajo, mirando los letreros de alquiler, tomando notas, preguntando a los
amables vecinos. Ando en modo misión inmobiliaria. Hasta que de pronto, al
suelo, Mi rodilla izquierda me estalla de dolor, me he tropezado con una
baldosa inestable, una más de miles, estoy en el piso e intento ponerme de pie.
Un joven con botas de obrero corre desde el otro lado de la calle. “Está bien señora,
le ayudo a levantarse?“, me dice y extiende su mano para socorrerme. Ya de pie,
me toco la rodilla. Puede ser que me la haya roto, pienso horrorizada. Estos
104 kilos que le han caído encima no son broma, por muy duros que tenga los
huesos. Puedo caminar, lo cual se me hace casi un milagro por el dolor que
siento en un lado de la rodilla izquierda, así que me doy la vuelta y regreso
sobre mis pasos hasta el apartamento. Al entrar, Corina me mira sorprendida de
verme de regreso tan pronto. “Me caí, Cuni”. Ahí sí, me pongo a llorar. La
rodilla se esta poniendo morado obispo rápidamente. Un tono berenjena ya baja
por la pierna. Evaluamos ir o no al hospital. Decido que no. Corina se va a
comprar una compresa para enfriar el traumatismo. Bueno, parece que algo me
esta avisando que hay que bajar un poco la velocidad. Presto atención y me paso
los siguientes días en reposo, pierna en alto, calmantes y antinflamatorios
orales y tópicos. Quien me manda.
Eso
no puede detener la búsqueda de apartamento. Seguimos fajadas llamando y
preguntando. De silla en silla, aprovecho para concentrarme en negociar por
teléfono con Bank of America, Chase y Citibank la cancelación completa del
saldo de mis tarjetas de crédito. También he salido de ese peso enorme con este
movimiento telúrico que es este viaje al Sur. No importa. Estoy alegre. Ando
mucho mas ligera, aun a pesar del sobrepeso exterior que también se ira
diluyendo. Caminar más, sonreír siempre, comer mejor. La mejor dieta de todas.
Estoy muy agradecida. Gracias.
Qué buena narración! Estoy esperando ansiosa la próxima! Mejórate de la pierna y sigue caminando! Un abrazo!
ResponderEliminarCariños para ti y los tuyos, amiga. Gracias por estar siempre pendiente.
EliminarQuerida Elena
ResponderEliminarPrimero que nada, esperamos que estés completamente recuperada de la rodilla. Son lesiones que se demoran en curar. Paciencia.
Tu relato nos transportó a las aceras de los Palos Grandes, donde había que caminar con mucho cuidado y atención, las raíces de los viejos arboles las levantaban. A pesar de que, con cada cambio de gobernador, la moda era arreglar las aceras, como lo hicieron en las Mercedes repetidas veces.
Me recuerdo que de chamos los que tenían perros Vivian en las casas con jardín, pero eso fue cambiando y cuando el mejor amigo del hombre paso a vivir en los apartamentos, las aceras de los Palos Grandes comenzaron a tener ese otro problema.
Que chévere lo que nos cuentas sobre El Clarín, tronco de periódico. Seria nuestra escogencia también. Si tuviese tiempo uno de los proyectos que siempre que he tenido es la de ofrecer periódicos a la carta. Por ejemplo, los lunes recibir el Wall Street Journal, el martes el País de España, el miércoles el Herald en español, el jueves el Sun Sentinel y el viernes el Clarín, porque las subscripciones fastidian y la prensa es bastante repetitiva.
Bueno Helena no te aburrimos más, cuídate mucho y mucha suerte en la búsqueda de un nuevo hogar.
Los YUras
Queridos Yuras,
EliminarSi hacen ese servicio de entrega de diarios, yo sería el primer chicharrón de su lista de entregas !!
Nota al margen de todo: el día que ustedes me aburran, yo me fregué.