Se me ha
hecho muy difícil explicar, más aún entenderlo, por qué no me siento bien en
los Estados Unidos que conozco. Por qué no quise explorar otros lugares en
territorio norteamericano como opciones para vivir. Opciones distintas al sur
del estado de Florida donde viví por diez años, el lugar donde viven mi
maravilloso hijo Armando Ignacio, su esposa Fabienne y mis nietos mágicos,
Camilla y Armando Luca. Dónde viven mi madre y dos de mis hermanos, sus
familias y algunos de mis mejores amigos. Un país del cual me hice residente
permanente desde hace tanto, y donde ya estaba lista para haber obtenido la
ciudadanía norteamericana.
En lugar de
eso, me he vuelto a mudar. Ahora vivo en Buenos Aires, Argentina.
Hace dos
meses que he llegado con mi hija Corina y nuestra perra Francisca, a
establecernos en este país que me es totalmente extranjero. Sin embargo, en este
tiempo he visto suceder por dentro y por fuera cosas que sentía extraviadas
para siempre. Cosas que me han hecho sonreír. Que han hecho que me salte el
corazón dentro del pecho, las lágrimas en los ojos y las ideas en la mente.
Imágenes que había olvidado, que había dado por perdidas. Para siempre. Aquí me
las he vuelto a topar. En la calle, En la gente.
Por eso mismo,
cuando descubra cómo hacerlo, publicaré también algunas de esas imágenes, para
que acompañen a las palabras. Porque pareciera que he retoñado. Me parece
que estoy a gusto en esta nueva tierra de una manera que había olvidado como se
sentía.
Quizás esta
suerte de renovada alegría sea porque aquí hay kioskos de revistas, libros y
periódicos en cada calle. Porque los kioskeros son encantadores guías
improvisados de la zona donde se encuentran y de esta enorme ciudad a la que
nos hemos mudado. Quizás sea sólo porque son muy buenos conversadores.
Tal vez
también se deba a estos abastos de víveres, que son casi todos de chinos que
hablan con acento porteño. O a las fruterías manejadas en su totalidad por
educados y sencillos hombres, mujeres y muchachos bolivianos, de franca sonrisa
y suaves modales.
Me parece
que podría ser también por un inesperado reencuentro con una galantería
masculina que se me había olvidado, la cual a su vez ha vuelto más demorados
mis arreglos frente al espejo. Me estoy dejando el cabello más largo. Estoy recordando
el extraviado placer de escoger la ropa y de sentirme hermosa y contenta.
Aquí en
Buenos Aires la comida sabe distinto. El agua que sale por el grifo huele
diferente. No hay tanto cloro, quizás. Hay mucha menos asepsia y sin embargo se
siente bien. Las aceras son la mejor muestra de ello. Es que Buenos Aires se me
hace un lugar como más real y humano. No sé si lo podré explicar mejor.
Por todos
lados, debo confesar que lo digo con mucho asombro, hay vendedores callejeros de
libros extraordinarios, de otros libros muy buenos, muchos solamente buenos, y
por supuesto muchísimos bastante regulares, y verdaderas toneladas de libros
muy malos, pero todos están allí, porque todos importan. Eso me alegra.
Les
confieso que no estoy segura de cómo es que funciona esta locura que se me ha
despertado por los libros y sus vendedores en la calle. Cada uno es un
personaje distinto, así como distintos son también los libros que estos tipos
venden. Ayer mismo, no tenía el dinero para comprar unos hermosos libros de
Benedetti en una acera de la enorme avenida 9 de julio, así que le dije al
vendedor que regresaría por ellos en un par de días. Al hombre desdentado que
los vendía no se le ocurre otra cosa que acercase a mi cara y decirme con una
mirada pícara, llena de años y vida, que se acordaría de mí “porque de la flor
uno nunca olvida el aroma”. Regresaré por esos libros, no tengo la menor duda.
El tipo es tremendo vendedor, un super galán y los libros, magníficos.
Me he
enamorado de una cortesía callejera que ahora me estoy gozando como peatón. El
caminar como forma principal de transporte le ha devuelto a mis piernas su
oficio y verdadera vocación. Quizás sea por eso mismo que estoy recuperando la
mirada y la voz. También estoy más liviana y ligera. A lo mejor eso explica también
por qué me caí en la calle y me di un super tortazo en la rodilla izquierda. Había
que bajar la velocidad. Andamos en eso. Mirando con un poco más de calma.
Ahora me
quedo prendida de asombro ante una herrería en puertas y ventanas que quitan el
aliento. Ahora también me detengo porque los perros y gatos te saludan en la
calle, como si de verdad les importa ese pequeño encuentro callejero contigo y
la rascadita que les das en la cabeza.
Esta mañana
descubro algo nuevo: no tengo miedo. Una nueva serenidad que no recuerdo desde
hace mucho. Creo estaba en mis veinte la última vez que me sentí de esta
manera. Mi papá al mando del barco donde navegamos mis hermanos y yo, junto con
nuestras empleadas domésticas y animales. Colegios, universidades, cumpleaños
con una torta de guanábana de la pastelería El Carmen de Sabana Grande. Arroz con pollo los domingos, medias blancas
y la luz del cielo caraqueño donde siempre vivimos en las faldas del Avila. El edificio Paramacay en Los Palos Grandes,
primero y luego la quinta Shangri-la, en La Florida. Hasta ahí me sentía
segura. Luego ya no. Por años y años, cuarenta para ser más precisa. Me casé
por primera vez en 1977. Ya más nunca me sentí serena. Un matrimonio de
tormentas y otro de mentiras han cobrado su precio. Sin embargo, desde hace
unas ocho semanas como que me siento en pausa.
Buenos
Aires, el barrio de San Telmo a dónde hemos llegado, parecen haberme regresado
esa serenidad que recuerdo tan lejana. Quizás sea esto lo que me hace sentirme
tan bien en ésta, la ciudad de la furia de Cerati.
Si, esta
pausa activa me gusta. Parece buena y sanadora.
Gracias.
Totales. Me sonrió.
Mi querida y recordada amiga hoy leo sus líneas y me llenan de lágrimas los ojos;pq? Sólo de pensar q no te vi antes de partir, igual sabes q te quiero y deseo lo mejor del universo pq te lo mereces. Hoy me siento súper feliz de saber q estas bien y te sientes bien q es lo más importante... No me olvides, las quiero mucho.
ResponderEliminarHola, ojalá supiera quien escribió este comentario tan generoso y amoroso. Déjame saber si puedo tener tu nombre. Muchas gracias por tu amabilidad y generosidad.
EliminarMi querida y recordada amiga hoy leo sus líneas y me llenan de lágrimas los ojos;pq? Sólo de pensar q no te vi antes de partir, igual sabes q te quiero y deseo lo mejor del universo pq te lo mereces. Hoy me siento súper feliz de saber q estas bien y te sientes bien q es lo más importante... No me olvides, las quiero mucho.
ResponderEliminarQué placer me produce leer tus aventuras! Sigue para conocer esa ciudad donde nunca he estado! Gracias!
ResponderEliminarQuerida amiga, mamá de mi amiga...
EliminarEstas son líneas agridulces que en las cuales intento hacer que sirva de algo constructivo esta dura experiencia del exilio que conocemos tan bien en nuestras familias.
Muchas gracias por tu compañía amorosa de siempre.
Que bello se siente vivir sin miedo y el momento de respiro que me da leer a alquien que lo ha logrado...un besote.
ResponderEliminarHola! No sé quien eres porque tu nombre viene como Desconocido. Igual, muchas gracias por acompañarnos en esta aventura sin precedente ni referentes para nosotros, los venezolanos.
EliminarNo sé cómo sera vivir sin miedo. Apenas me inicio. Yo he tenido mucho por demasiado rato, tanto quizás que ya lo doy por sentado en cada paso que doy. Quizás de ahí el sentirlo menos o sencillamente ya no sentirlo.
No sabes lo feliz que me ha hecho leerte esta mañana y haber compartido contigo un momento de respiro.
Aquí, en esta ciudad extraña y extranjera, decidí vivir sin miedo, no importa lo que se me venga encima. Porque igual, uno lo pierde todo y tampoco pasa demasiado, cuando logras andar por ahí sumando en lugar de restando. Creo que ESO fue lo que aprendí. Y quizás de ahí esa aparente ausencia del miedo.
Pero me sirve. Por el momento. Ya veremos que nos trae mañana.
Otro besote para ti, y déjame tu nombre si quieres.
Querida Elena
ResponderEliminarComo dice otra de las increíbles canciones de Soda Stéreo : “Puente”:
Hoy te leí, en la rima que duerme, con todas las palabras.
Si algo callé, es porque entendí todo
menos la distancia.
Te seguimos extrañando y de verdad estos relatos tuyos, sobre todo este, es como un “puente” que nos une a pesar de la distancia.
Nos alegra mucho que te sientas como “Música Ligera” sin miedos.
Un abrazo fuerte
Los Yuras
Me gustan tanto las analogías Yurassiclas con la música, qué talento mi pana.
EliminarEscucho "Puente" y no lo puedo creer.
Gracias por tu musicalización de nuestras vidas, Yura. Y a Betzy ser la propia novia del DJ y por ese calor que no tiene comparación.
Los amo.