lunes, 1 de febrero de 2016

DE LO QUE PASÓ EN 2015 – LUISANNA Y DAVE - NUNCA SALIR SIN LOS LENTES DE MANEJAR DE NOCHE- SUERTE DE PRINCIPIANTE.

DE LO QUE PASÓ EN 2015 – LUISANNA Y DAVE - NUNCA SALIR SIN LOS LENTES DE MANEJAR DE NOCHE- SUERTE DE PRINCIPIANTE.

Comenzar un lunes, dice mi mamá, es una buena idea. Le da una sensación de orden, de estructura a cualquier cosa. Llegó el lunes que comenzó la primera semana de enero, la navidad lánguida en el pino y el pesebre, ahora  listos para ser recogidos en cualquier momento y guardados por otros once meses. Mi nueva vida en este país que intento hacer mío desde hace dos años, ha traído consigo toda clase de cambios, el mayor de todos aprender a ganarme la vida acabando de cumplir sesenta años.

Los lunes son una maravilla. Sin embargo no comencé mi nuevo oficio este lunes pasado. Mi hija me dice que me tome el día para descansar. Le hago caso. Me quedo en casa, en pijama, todo el día. Desde noviembre hasta ahora hicimos, vendimos y repartimos poco más de trescientas unidades entre hallacas y bollitos navideños venezolanos, y también algunos pedidos de nuestros típicos ensalada de gallina y dulces de lechosa para las fiestas de diciembre. El nuevo congelador que compré para mi plan de cocinar por pedidos resultó perfecto para la fábrica de hallacas y comidas de navidad. Este lunes pasado estuve sacando cuentas, revisando correos electrónicos, llamando por teléfono a nuevos y viejos amigos para desearles el mejor año posible, dentro y fuera de mi sufrido país, Venezuela.

Mi hija Corina llegó a casa, aquí en Florida, comenzando la segunda semana de diciembre. Un año completo de gitana por el Cono Sur latinoamericano. Buenos Aires y Montevideo le sirvieron de hogar mientras esperaba su cita en el consulado norteamericano en Caracas, para la entrevista donde se decidiría si, finalmente, luego de doce años de espera le concederían la residencia permanente en este país. La cita llegó para finales de noviembre con un montón de diligencias que completar en Caracas. Unos queridos buenos amigos la reciben en su casa, en las afueras de la capital venezolana,  para que se hospede y resuelva todo lo pendiente, previo a la entrevista.

Mientras tanto, hago esta vida nueva en los Estados Unidos. Desde hace casi dos años trabajé con mi hijo Armando y mi nuera suizo-alemana, Fabienne. Fui la nana de mi nieta Camilla, les hice la comida diaria y atendí la ropa de los tres. De lunes a viernes, primero de nueve a cinco, y desde que mi cansancio y el agobio de la rutina ya no lo permitió, a medio tiempo de dos a seis de la tarde. Ese recorte en el ingreso fijo me puso a cocinar, aunque en realidad la verdad se parece más a lo contrario. Unas fuertes ansias de crear me fueron metiendo en la cocina, ya que mi otra pasión, el tallercito de arte textil que cargo a cuestas desde hace más de veinte años, no es lo suficientemente rentable como para dedicarle demasiado tiempo en ésta, mi nueva vida que exige mayores niveles de permanente productividad y rentabilidad. Producir para mantenerme. Toda una novedad.

La cocina ha sido una verdadera salvación. En todo sentido, y cuando llegó octubre llegaron también los obligados platos navideños para los clientes venezolanos que habían ido aumentando lentamente, con el trajín que significa la preparación de estas elaboradas comidas. En esas estábamos cuando a Corina le aprobaron su residencia norteamericana, allá en Caracas, y unas semanas más tarde se incorporó a la fábrica de hallacas en mi cocina. No paramos hasta este lunes pasado, cuando debía haber comenzado, y no fue así, mi nueva aventura de trabajo en este país. Manejaré UBER y LIFT.
No fue hasta el martes que comencé. Intenté hacerlo temprano por la mañana pero no tuve valor. Después del mediodía fui a mi carro, un Corolla rojo del 2010, en el estacionamiento del condominio de personas mayores donde vivo aquí en Hollywood, Florida. Cerca de los dos de la tarde arranqué el carrito y esta aventurada empresa. Me dirigí por Hollywood Boulevard hacia el downtown para esperar allí a que me llamara un primer cliente. Encendí la aplicación en el celular. No llegué ni a la biblioteca. De pronto en el teléfono se encendió la pantallita y el nombre de “Luisanna”, apareció abajo a la derecha, pidiendo ser recogida en una dirección que parecia ser la mía propia, allá en Washington Street cerca de la avenida 56, donde vivo. Suena el teléfono con un número que no reconozco y la voz amable de una muchacha se presenta como Luisanna. Me explica que ella es la suscriptora del servicio pero que iré a recoger a su amigo que no lo es, y que éste va al aeropuerto a recoger a una persona. En su acento y modales reconozco a una educada joven venezolana. Me conmueve la coincidencia y acepto sin saber bien lo que hago, doy la vuelta en U y me dirijo de regreso hacia las cercanías  de mi casa donde, aparentemente, el GPS me está indicando que debo ir. En efecto, en el edificio de al lado junto al complejo residencial en el cual vivo, me está esperando un joven flaquito, con una gorra deportiva. Me hace señas y saluda desde el estacionamiento. Acabo de encontrarme con mi primer cliente de LIFT, el novedoso servicio de taxi que junto a UBER tienen enfurecidos a los taxistas del mundo entero. Mi nuevo trabajo.

Mi primer pasajero no habla una palabra en inglés y está visiblemente aliviado de que yo también sea venezolana. Es un joven médico recién graduado en la Universidad del Zulia, con un diplomado en Inmunología, buscando horizontes más promisorios lejos de su casa, trabajando para UNICEF, buscando la manera de ser aceptado para hacer estudios de postgrado en Oncología alguna buena universidad de Miami. Otro muchacho más. Otro muchacho menos. Exportando talento nos quedaremos aún más solos allá en mi tierra, nosotros los que no creímos nunca en las promesas de cambio que supuestamente traía consigo el mal llamado Socialismo de Siglo XXI.
El joven me pregunta si se puede sentar adelante y dice que vamos al aeropuerto de Miami, pero la pantalla del teléfono me indica que el viaje es hacia el de Fort Lauderdale. Ante su insistencia, me dirijo hacia la autopista I-95 rumbo al sur, hacia Miami, con este joven sentado a mi lado. Llegando al aeropuerto, media hora más tarde, nos avisa su amiga que está en el aeropuerto de “Fort”. Ella tampoco habla inglés y además tiene la merecida reputación de ser una despistada crónica. Mi pasajero se ha mantenido en contacto con ella y también con su amiga, la usuaria de LIFT que me ha contratado. El joven médico teclea sin parar en su celular, nervioso y riéndose con esa gracia maracucha que sólo le conozco a nuestros muchachos buenos. La gracia habría de costarles más de ochenta dólares, y no han parado de echarse broma y de burlarse unos de otros, riéndose del despiste de la recién llegada y de la buena suerte de los tres de que les haya tocado esta señora venezolana para acompañarlos en semejante aventura. Eso dijeron. Mi primera propina habría de dejarme con la boca abierta.

Salgo del aeropuerto rumbo a mi casa. Suficiente para ser el primer día, pienso, pero dando la vuelta en la rampa hacia la autopista, entra la solicitud de otro pasajero y la acepto. Me llama Dave desde una zona cercana que no conozco. Ya son casi las cinco de la tarde. Me enfilo a buscar a este nuevo pasajero. Me siento casi una experta. Este señor mayor se monta y tira la puerta. Duro. Pego un brinco y él se ríe mientras busco en el teléfono la manera de avisarle al sistema que ya he recogido a mi siguiente pasajero, y me pregunta: -“New in LIFT?”. Así seré de obvia. Le contesto lo más normalita que puedo; “Sort of, yes”. Me indica que haremos varias diligencias en los alrededores, que me irá diciendo dónde cruzar, pero que siga derecho si no me dice que haga nada. Viva la neurosis. Se está terminando la tarde. Vamos primero a un embarcadero con enormes yates fuera del agua. Me dice que es ingeniero satelital, que instala y mantiene unidades de GPS para estos barcos y que en esta marina debe hacer un par de cosas. Se baja del carro frente a un galpón y desaparece en su interior. Regresa al carro y me dice desde la ventana del copiloto que tomará una bicicleta de enorme ruedas gordas que está parada allí mismo, junto al galpón, y que irá al voltear la esquina a recoger una correspondencia. Desde mi espejo retrovisor, que ahora se ha vuelto mi nueva garita de vigilancia, lo veo desaparecer y reaparecer luego de un rato por la siguiente esquina, Sigue atardeciendo lentamente y mis lentes de sol se me hacen ya un poco oscuros para la hora, pero no tengo otros. De pronto me doy cuenta que he dejado en casa los lentes de prescripción para manejar de noche. Buena ésa, Elena. ¿Y ahora? Nada, pa´lante. Ya veremos cómo nos las arreglamos sin ellos. Literalmente, porque sin mis lentes no veo nada. Dave regresa dando la vuelta por la esquina del galpón, montado en la extraña bicicleta. Ya en el carro me indica que pararemos en una pequeña tienda de abastos. Mientras vamos en camino me dice que no ha logrado descubrir de dónde es mi acento. Le digo riendo que soy venezolana, y Dave insiste en que tengo tipo europeo. Creo que mis risas le deben haber parecido un franco coqueteo a Dave. Me comienza a decir que buenmozos son los latinos. No puedo estar más de acuerdo. Rápidamente me dice que es gay y que le gustan los hombres. Aclarado el punto, al terminar su compra en el mercadito, nos enfilamos hacia un bar con un nombre que algo tiene que ver con un pirata, Dave se despide, da las gracias, vuelve a tirar la puerta y desaparece en el pasillo de la entrada del bar. 

Ha oscurecido casi del todo. No puedo quitarme mis lentes de sol con prescripción porque no vería nada. Pongo las luces altas, apago en el celular las aplicaciones de mis nuevos empleadores virtuales y me enfilo hacia la autopista. La pantalla me indica que hoy en apenas cuatro horas, con dos pasajeros, he hecho más de cien dólares. Descubriré muy pronto que eso no es más que la suerte de los principiantes. 

De regreso a casa le cuento a mi hija esta peripecia de día inaugural. Corina insiste en que hay que registrar estas experiencias. Tiene toda la razón. Así nace el blog que reúne dos de mis varias pasiones: cocinar y escribir. Cocino de todo, porque la cocina me permite crear y recrear. Exactamente por las mismas razones escribo y escribo acerca de cualquier cosa. De todo.


Confieso que cuando no estoy comiéndome las uñas con esta novedad de ganarme la vida, pagar las cuentas, aprender a no endeudarme o aprender a vivir de modo más modesto, me sobreviene la fuerte sensación de estar viviendo una de las etapas más interesantes de la vida. Entonces la angustia se va pasando poquito a poco y me sonrío conmigo misma. Sólo así mi terco cerebro entiende que todo está bien. Que estamos donde debemos estar. Que la vida es una belleza. A pesar de los pesares. Y que la cosa no se termina -literalmente- hasta que se termina. Mientras tanto cocino, escribo, manejo y aprendo. 

Gracias, muchas gracias. Dar gracias como parte de la rutina de cada día.   

15 comentarios:

  1. Que maravillosa experiencia y que fantástica manera de asumirla. Todo un camino andado en las profundidades de lo doméstico como sustento. Que hermoso y profundo relato.

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  2. Una maravilla como escribes, me encanta! Y tengo entendido que cocinas tambien de maravilla, te felicito! La verdad es que la vida es una aventura y hay que disfrutarla !Mucho exito en tu nueva vida!

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    1. ¡Hola Gun-Marie! Así es.... así parece.... Una super aventura. Mil gracas por estar siempre cercana. Un abrazo.

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  3. Delicioso como siempre es leerte, primita querida, éxitos y mucha serenidad!

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    1. Mi querido primo, tan delicioso como tener una familia como la nuestra, que nos da tantísimo de qué escribir.... jejejeje!!! Gracias por tus comentarios tan queridos. Un abrazote.

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  4. Delicioso primita, siempre leerte es una aventura, éxitos y serenidad...

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  5. Te felicito amiga! Además de que leerte es un encanto enriquecedor! Me parece MARAVILLOSO la manera como haces de tu cambio una agradable experiencia. Siempre activa, siempre digna, te recuerdo y quiero mucho.
    De ti la mejor frase: Lo que hagas en la vida debe VALER LA PENA, en su significado textual!

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    1. Mi querida amiga, y yo te pienso con tanta frecuencia!!! Así es , tiene que valer la PENA. Así, en mayúscula. Así te vayas, así te quedes. Un abrazo para los dos.

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  6. Querida Elena,
    Un relato fascinante de un dia en tu vida pero el primero de muchos otros que seguirán enriqueciendo tu vida, repleto de aventuras, nuevas experiencias, sorpresas y satisfacciones.

    Este es el pais de las oportunidades, y tú con tu dosis de sabiduria lo estás haciendo muy bien.

    Ahora es que hay Elena pa'rato....
    Mucha suerte y que Dios te bendiga.

    Camé

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  7. ¡Hola Camé! Mil gracias por tu comentario tan bello y sentido. Me da un gusto enorme escribir y compartir. Agradecida por la lectura. Claro que le seguirán otros más.... estoy gozando mucho.
    Porfa dile a Juan que borré su comentario por error cuando intentaba publicarlo. ¡Si seré genia con esto del blog! Te ruego le des mis disculpas y le pidas en mi nombre que escriba un "bis".... que era tan lindo lo que escribió.... que porfa, porfa.... Y un millón de gracias.

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  8. Elena querida...
    No habia tenido la valentia de mirarme en este espejo tuyo. Ya rompi el hechizo. Y te leo...Te admire muchisimo, eres una mujer valiente. Espero que podamos vernos en este pais inmenso en algun momento.
    Besos
    Anne-Marie

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  9. Amiga gracias por compartir tu viviencias...wao que valiente eres...y es verdad lo que dices que despues de los 55 años las Mujeres nos volvemos invisibles...Yo todavia sigo en Margarita pues todavia m queda mi ultima Hijita por graduar de bachiller...el varon de 17 años fue invitado por su Madrina a estudiar ingles en Orlando...que alivio porque entra en la edad de Guarimbear y no quiero que sea carne de cañon...

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  10. te comento que estoy comenzando un proyecto de cocina con un super horno de conveccion que me envió una Hermana mayor, donde pensamos hornear galletas, panes, pastichos etc (cuando llegue la harina) y recetas sin harina de trigo para los alérgicos al gluten....

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